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Nacho Rabadán

Periodista, branded content, CM. Hombre orquesta. Y encantador, dicen.

Matar a un Ruiseñor

Publicado en 28 Abr 2014 en Uncategorized | 1 comentario

Hay cosas que nunca son lo que parecen. Me explico: ¿Quién iba a pensar que «Matar a un ruiseñor» no iba a darme ni una sola pista de cómo efectivamente matar a un ruiseñor (como el que mató a Lorca en «Herido de amor») y , en cambio, me iba a inspirar sobre el problema de la segregación racial de principios del sigo XX en Estados Unidos? Nadie. Absolutamente nadie.
Precious . ¿En serio? ¿Qué tiene exactamente esa película de precioso? ¡Si es un puto drama que te atraganta el corazón y la  tripa desde el minuto 1! ¿Alguien me lo explica?
O algunas escenas de Disney (como cuando Bambi pierde a su madre), los dibujos de SouthPark o American Dad (son dibujos, sí, pero NO son para niños) y la obra de Dalí al completo (gracias a CaféconLou).
O como la «Caja B» del PP. Bueno, esto último sí que es lo que parece. Mal ejemplo.
Y así, ad eternum.
¿Qué por qué hablo de esto?  Pues la verdad, no lo sé. Supongo que esta mañana me he levantado  intrigador a lo Bette Davis y suspicaz a lo Bismark y me ha dado por hacer de Jano, el Dios de las dos caras. Porque no nos engañemos, todo tiene dos, tres, infinitas caras, según mires, te sientas o te apetezca interpretar.
De un mismo trayecto en metro se puede hacer una descripción a lo Stendhall (seca de cojones) o una al estilo Valle Inclán (con gran profusión de adjetivos y colores). Y ninguno de los dos mentiría; sólo tendrían una visión distinta de la misma cosa.
Y de eso trata un poco esto de vivir. De decidir cómo queremos hacerlo. Y creo que todo empieza  y todo termina en una palabra: humor, el gran aliado para dar a las cosas su merecido lugar. Humor.
Heráclito dijo que ningún hombre puede cruzar dos veces el mismo río, porque ni el hombre ni el río serán los mismos (que me parece a mí que le mangó a Teseo su Paradoja del Barco, pero como entonces no había SGAE…). Y no puedo estar más de acuerdo, pero siempre y cuando ese hombre tenga intención, ganas o capacidad para haber cambiado su vida durante el tiempo que ha estado fuera del río, que es casi todo el tiempo. Al menos en mi caso.
Y con respecto al título de este post, supongo que nadie necesita que se lo explique. ¿O sí?

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